Son diversos los criterios en torno a la función que juega el «yo» en las obras de carácter literario o artístico. Según uríos, el arte empieza cuando el autor se olvida de sí mismo, trasladando el centro u objeto de su obra a diferente escenario. Para otros, el arte y la literatura siempre están amasados con datos de la propia vida, y su sangre es la del creador; en la comprensión de que lo único original que éste no puede ofrecer es su temperamento, su mensaje, las notas íntimas de sus vivencias.
Cierto es que en el arte no caben reglas estáticas. Cada uno dispone de sus posibilidades personales, de las que debe extraer innovación y originalidad. Escribir sobre la vida propia no tiene que ser necesariamente ostentación, vanidad o aprecio exagerado. El «yo» será siempre el «tú» cuando se transfigura en sensibilidad y hondura. Lo particular es la esencia de lo universal, y el individuo penetra y se confunde con la humanidad.
En las obras de los grandes maestros, sea Dostoievski (La Casa de los Muertos). André Gide (Si la Semilla no muere ... ) o Henry MilIer (Los Libros en mi Vida), observamos que cada capítulo es un trozo de existencia, donde los conflictos de sentimientos, los contrastes de ideas, los momentos de exaltación y abatimiento constituyen la sustancia creadora. Artistas inspirados, cuanto tocaban lo hacían hondo, excelso, mágico y aleccionador. Poseían el don creativo que les elevaría a la inmortalidad.
Porque interesa sobremanera la singularidad de sus existencias, el combate del espíritu con sus lances, intuiciones, ideas, experiencias; seguir, paso a paso, el itinerario personal de estos seres privilegiados para la emoción y la aventura. En tanto que nosotros como lectores perseguimos incorporar sus enseñanzas a nuestros conocimientos.
El «YO» no debe, constituir nunca una perturbación o impostura cuando se convierte en profundidad por obra de una sensibilidad singular. El «yO» se reduce a fatuidad si se utiliza para describir pequeñas hazañas egolátricas. Pero, qué importa el «yO» en primer lugar si permite que nos elevemos a las esferas del espíritu, si a través de lo personal o persona lista un lector ávido de inteligencia, de intuición y sensibilidad consigue participar en el mundo del creador, tener acceso al arte, a unas chispas del misterio desvelado
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