El rico se beneficia, cuando empobrece, de las conquistas proletarias que de antiguo combatiera, y del pobre temamos su prosperidad súbita. Ningún país -a qué de nuevo repetirlo- es más cruel que otro, y no se sabe quién alcanzó a ser más aventajado en la codicia.
De los revolucionarios conocemos su desprecio del dinero, mas siempre aceptaron el Poder como conquista válida. Gustaron de los mecanismos que hace legal algunas apetencias, y el resorte que a la policía (criminal o política) pone en movimiento. Nunca escatimaron sus elogios a los subordinados que diestros mantienen a punto la máquina del Estado, lista a cualquier llamada del timbre o el teléfono.
Los piratas, es fácil descubrirlo, sólo son marinos sin cédulas selladas, que sus tesoros ocultan fuera de los Bancos. No más ni menos depravados de lo que convenga en determinada situación a talo cual Imperio.
¿Quién podría decir verdad en cuestiones de infortunios o
venturas, por qué el aire, el viento o el mar se agitan a uno u otro lado? Secretos inconfesables son a menudo los grandes acontecimientos de la Corte , como también los errores o virtudes de todas las familias.
El guerrero «valiente» es conocido como el «feroz» por el pueblo enemigo, y la gran batalla que trajo la victoria, nunca pasó de leve escaramuza para aquellos que la pierden.
La vida es mudanza y cambio, nada es recto y fijo eternamente. Lo que hoy resulta cierto, mañana debe ser averiguado; cuanto ayer convino, ya de nada sirve, y de la virtud o la malicia mejor es que no hablemos.
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