lunes, 24 de octubre de 2011

POEMA XIII: "NO HAY MAS QUE VERDADES SENCILLAS"

Aquí no hay más que verdades sencillas y crueles y la he­rida que se va agrandando hasta la muerte. No basta el calor del corazón; el hombre -se comprende- es sólo un animal con go­tas de espíritu, el mamífero evolucionado que a duras penas im­pone su mando sobre la creación. Las ilusiones juveniles yacen convenientemente sepultadas, y el cansado amigo ni vuela ni canta; explora, incierto, a ras de tierra, el ámbito de lo posible, en busca de alguna fruta madura con que alimentar su estóma­go demasiado tiempo distraído en quimeras.

La ruta es harto conocida, el paisaje apacible. El dócil via­jero divisa a lo lejos la lonja. El número de los traficantes engro­sa conforme se acerca. He aquí un lugar que parece propicio para calmar con holgura las más acuciantes apetencias; vender, adquirir barato, y volver a ceder a otro precio. Las ganancias se cuentan por operaciones. Hay un modo de conducir la propia vida sin peligro, la marcha del comercio, por otro lado, nada tie­ne que ver con los abismos de la vida consagrada a las cosas del espíritu. Los libros de contabilidad, con su juego de saldos, fac­tores, dividendos, sumas y restas son claros y exactos, lo que se apunta queda recogido para siempre. Pero, de esas divagacio­nes, éxtasis, idealidades, ¿cuál es su reflejo positivo?

La esperanza no tiene otro destino que la muerte. El re­pliegue es acaso la única victoria que podemos alcanzar de la derrota. Volar, no, pero sí corretear tras lo que se adivine posi­ble, escalar algunos montes, ascender a las frescas copas de los árboles centenarios, saltar algt}n otro cartel de prohibido. Sin el pesado fardo de los viejos sueños el cuerpo se siente ligero, dis­ponible a las nuevas sensaciones de la naturaleza. Nada es des preciable, recogemos del suelo la bellota que cayó de la encina, y con alborozo nos unimos al grupo que se dispone a empren­der la marcha en busca del higo de la tuna, el fresco y rico chumbo.

Con la caña cargada al hombro acompasamos el paso, se dicen bromas y chanzas. ¿Será una tregua u otra forma de la existencia? Persuadidos de que no podemos alcanzar a ser ad­versarios de la eternidad, el silencio o la muerte, descubrimos el goce que nos proporcionan estos pequeños pasatiempos diverti­dos, estos gestos y voces a nuestra medida. No se trata de ren­dirse o resignarse, sino aceptar la verdadera condición humilla­da del hombre, descubrir en lo que es pequeño la naturaleza propia del destino humano.

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