lunes, 24 de octubre de 2011

POEMA XV: "NUESTRA VOCACIÓN ES EL ESPÍRITU"

Nuestra vocación es el espíritu, sin olvidar la belleza y el amor. De la existencia retirada, la meditación y el libro. Mas quién nos podrá privar de los frutos terrenales, del calor de otro corazón, la cercanía de los labios infinitamente deseados en los paseos por los verdes juegos de alamedas, cerca ya de la frescu­ra cantarina de las fuentes ...

Burlando la pobreza, hacemos ostentación de los senti­mientos más apasionados, porque sería triste que se escape el tiempo y la vejez nos pueda sorprender sin fuego y también sin, recuerdos. Cómo no celebrar esos días en que el'¿orazón se agi­ta convulso, lejos de los oscuros enigmas imposibles. Qué nos importan en los momentos gloriosos la verdad de la luna, o cuál sea el verso destinado a expresar su misterio. Alegra la música africana del negro zumbón, los ritmos excitantes que festejan las orgías de los sentimientos enamorados, de la piel con tu piel, de la carne que se siente entre la carne.

Antoja retozar por los crecidos prados como cabritillos, con las ropas mojadas de rocío, sin echar en cuenta que acabada la jornada nos pueda acosar algún lamento, pues es ya un bien lanzar al viento los deseos más recónditos y se gozó con el es­plendor de los besos.

Por algún tiempo hemos arrojado lejos el ropaje de las vie­jas angustias, y desnudos, los cuerpos, se abren de par en par a la pasión y la locura.

Así, la mañana que amaneció fría dio paso a la noche tibia, a la cama compartida. Porque' somos carne que toma la direc­ción de la carne, y sóla se lanza a todos los abismos.



Fugaz será, es cierto, el triunfo de la vida, pero ¡qué inten­so! Cómo resplandece el fuego una vez encendido. Nos tienta el calor de su llama, la gloria de estos amores durante siglos cum­plidos con afán por nuestra especie. No podemos renunciar al supremo mandamiento que nos dio origen. Y nadie podrá con­tamos entre los que despiertan a la muerte fuera de sus horas conocidas, menos aún traerla como invitado al banquete lúbri­co y festivo. Si ella tiene sus días y su reino, la carne siempre supo buscar los suyos.

Antes, pues, de la última derrota, estas exaltaciones, estas pruebas gozadoras, estos momentos de amor y de vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario