lunes, 24 de octubre de 2011

POEMA XXIII: "SE RENUNCIA A PARTICIPAR EN LOS VIEJOS JUEGOS MANIQUEOS"

Se renuncia a participar en los viejos juegos maniqueos, donde la recta intención está de un lado, y los cálculos perver­sos siempre son del otro bando. Torneo en los que cada país, raza, religión, ricos y pobres son juzgados con prejuicios y eti­quetas al gusto o interés del tribunal de turno, y la verdad se utiliza a modo de estrategia. El hombre aquí y allá, en cualquier parte, no pasa de ser el mismo; común es su origen, su muerte y su destino. Y la situación obliga, ya se sabe, a adoptar actitudes de ataque o de defensa. Cada uno incurre en aquello que feroz criti,ca, y si las posiciones cambian, el interés hace olvidar lo que en un momento de ofuscación se dijo.
El rico se beneficia, cuando empobrece, de las conquistas proletarias que de antiguo combatiera, y del pobre temamos su prosperidad súbita. Ningún país -a qué de nuevo repetirlo- es más cruel que otro, y no se sabe quién alcanzó a ser más aventa­jado en la codicia.

De los revolucionarios conocemos su desprecio del dinero, mas siempre aceptaron el Poder como conquista válida. Gusta­ron de los mecanismos que hace legal algunas apetencias, y el resorte que a la policía (criminal o política) pone en movimien­to. Nunca escatimaron sus elogios a los subordinados que dies­tros mantienen a punto la máquina del Estado, lista a cualquier llamada del timbre o el teléfono.

Los piratas, es fácil descubrirlo, sólo son marinos sin cédu­las selladas, que sus tesoros ocultan fuera de los Bancos. No más ni menos depravados de lo que convenga en determinada situación a talo cual Imperio.

¿Quién podría decir verdad en cuestiones de infortunios o

 venturas, por qué el aire, el viento o el mar se agitan a uno u otro lado? Secretos inconfesables son a menudo los grandes acontecimientos de la Corte, como también los errores o virtu­des de todas las familias.

El guerrero «valiente» es conocido como el «feroz» por el pueblo enemigo, y la gran batalla que trajo la victoria, nunca pasó de leve escaramuza para aquellos que la pierden.

La vida es mudanza y cambio, nada es recto y fijo eterna­mente. Lo que hoy resulta cierto, mañana debe ser averiguado; cuanto ayer convino, ya de nada sirve, y de la virtud o la malicia mejor es que no hablemos.

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