Sombríos fueron casi siempre estos lugares. La sredulidad y la victoriosa ignorancia asedian con su próspera altivez. Es preciso cerrar los portillos de las ventanas a los insultantes rayos del sol, negar la poseída plenitud con torpezas de aprendiz; conviene ocultar nuestra luz, disimular la pequeña ilusión. Se vive en peligro cuando se busca con insistencia la verdad. De aquí no son la proporción, la medida, la voluntad en constancia. Al grito sucede el silencio indiferente, a la rebeldía sangrienta el conformismo más torpe; se pretende sustituir los golpes laboriosos del mazo con un derroche de palabras, y la memoria por las complejidades del saber.
El hombre debe ser nervio, cerebro o músculo, mas siempre en lucha por el pan y la lección de cada día. Amigo de la palabra sencilla y el hierro que sale de la forja. Porque es el amo que riega la estepa.
Peregrino de la libertad será la persona que encuentra su camino, abanderado de sus propios pasos. La ira se convierte en pensamiento en el crisol de sus meditaciones, y calcula la lanzada antes de arrojarla sobre el blanco. Se supo siempre que el sustento no se defiende sólo con el sudor que baja de la frente, que también exige un temperamento firme. Qué poco pueden los vientos y desventuras frente a la austera resolución del hombre que conoce la dureza de la ruta.
La ilusión perece cuando el desatino y la incuria le rodean.
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