lunes, 24 de octubre de 2011

POEMA XXI: "LA CODICIA PERSONAL"

La codicia personal es el cepo donde sucumbe la virtud.
Batirse a favor del prójimo, de un ideal elevado, resulta noble, pero, ¿cuál puede ser la recompensa? Por el contrario, forzar su derrota, apropiarse a bajo precio sus pertenencias, hundirle en la desesperación, si bien es algo bajo e ingrato, constituye el obligado itinerario del ascenso individual. Después, ya en la cima, el hombre se vuelve dadivoso, digno de encomio, admira­do.

La capacidad para.el olvido de cuantos usufructúan algún tipo de poder raya enJo ilimitado. El rojo pedazo de carne fresca enajena la voluntad, 'el deber es un trapo desvaído ante la venta­ja inmediata. No se descubren las obligaciones en medio de esta confusa orquestación de intereses, temores, amenazas, zozo­bras y precariedad es. Cantar y danzar al fuego que más calienta, en torno a la voz más elevada y la espada más afilada es, por lo que se ve, ley de nuestra especie. Secundar los gritos que exi­gen e imponen, difuminar los destellos de la verdad, acallar cualquier sentimiento o inquietud y izas!, pillar del modo que sea la celebridad, el poder y la riqueza es algo que resulta fami­liar.

Quien habla de riquezas, habla también de las falsas virtu­des y de la falsa sabiduría. Del político que confunde las aspira­ciones del pueblo con el propio medro; del consejero áulico que arrulla los oídos de su señor con imágenes irreales y acarician­tes; del artista que inmortaliza las historias, y sabe cómo ponde­rar y a quién absolver.

La sabiduría del sofista disfraza cualquier servidumbre, el corazón humano es extorsionado por la ambición, el juego de intereses prescinde de la justicia. Parece que la verdad nunca tuvo claro el porvenir. Y es que se erige en obstáculo de nuestra malevolencia, una barrera en la carrera atropellada hacia las cumbres egolátricas ambicionadas, un castigo a la vanidad, a la posesión acumuladora, al libertinaje, a la insolidaridad. Cimien­to sobre el que no se puede elevar el edificio altanero de la su­premacía personal, estorbo y peligro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario